Reproducimos por su interés una entrevista aparecida el pasado día 12 de febrero en el periódico Levante-EMV a nuestra nueva socia Liduvina Calatayud.
«Si solo hay sitio para el si o el no en un proyecto el fracaso está asegurado», asegura la experta en mediación ambiental
Liduvina es una valenciana que intenta abrir paso a un oficio «nuevo» y a la vez muy antiguo, el de «mediador» y específicamente en un escenario, el medioambiental, fuente de conflictos permanentes que han frustrado numerosos proyectos
Jose Sierra | valencia A simple vista, no debería faltarle nunca trabajo, pero la ausencia de una «cultura» de la mediación en el ámbito medioambiental hace que en pocos casos se explore esta vía de resolución de problemas incluso en una sociedad como la valenciana, tan necesitada de sosiego y de soluciones en conflictos enquistados como el de los residuos o la construcción de determinadas infraestructuras a las que siempre acompaña la polémica.
¿Como surge su interés por este campo?
Tengo formación en la mediación, aunque generalmente siempre se ha derivado más hacia la resolución de conflictos interpersonales o sociales. Muy poco en los conflictos medioambientales, donde creía tener las habilidades como mediadora natural para dedicarme a ello. Me puse en contacto con la poca gente que en ese momento trabajaba en este campo apoyando todo lo que son la definición de las agendas locales 21 y procesos de participación ambiental y ahí estamos.
Con resultados muy desiguales por cierto…
En algún caso han sido extraordinarios. Se han formado grupos que han quedado vinculados a la la planificación de su pueblo, de su territorio, aunque también es cierto que el proceso ha generado colectivos de gente muy molesta y reacia a colaborar porque piensa que en realidad se estaban haciendo grandes simulacros de participación dirigidos casi siempre por gente ajena y que no han surgido de abajo a arriba.
¿Pero usted misma es alguien ajeno, de fuera?
Si, si, claro. La primera vez que aparecemos en un sitio se nos ve como alguien de fuera, pero pronto asumimos el papel de facilitadores. Detectamos la existencia de espacios para el acuerdo y de personas enclavadas en el territorio que quieren hablar, sentirse partícipes, colaborar y ponemos en marcha el proceso.
En otros países hay mas tradición…
En todos los países anglosajones y nórdicos la mediación es habitual. Lo normal es explorar todas vías de gestión del conflicto antes de llegar a la judicial o el enfrentamiento en la calle.
Si yo quiero hacer un embalse o una incineradora, ¿le contrato a usted y ya está?
Lo primero es elaborar un informe y evaluar si hay un espacio para el acuerdo. Si no lo hay no aceptamos el trabajo. Si alguien quiere hacer una presa caiga quien caiga y sin moverse ni un milímetro no podemos aceptar la mediación porque entonces lo que nos piden es que vayamos y convenzamos de que hay que hacer la presa dónde, cuando y como quiere una de las partes. En el proceso de participación tiene que dejar un espacio, un margen de maniobra.
Lo mejor sería intervenir antes del conflicto y algunos han perdido mucho dinero por no intentarlo pero, si todo va bien ¿para qué la necesito?
Casi nadie llama antes. Es verdad. No existe esa cultura y, sin embargo, sabemos dónde puede surgir un conflicto y podrían crearse previamente esos espacios de encuentro.
¿Qué se ha hecho mal en el conflicto de los residuos? ¿Hay soluciones?
Algunas cosas forman parte del enfrentamiento político antes incluso de que se planteen los proyectos. Nacen encendidos. No hay un proceso real de participación y tampoco hay mediación. Nadie sabe muy bien por qué la incineradora o el vertedero le ha caído en su pueblo, ni si se cumplido la ley. Si solo hay sitio para el si o el no y no hay espacio para el diálogo, el fracaso está asegurado.